21 de junio de 2006

La Mala Reputación

Ese artefacto maldito
Uno se siente un poquitín culpable por no haber publicado nada en una semana… ¡Qué se le va a hacer! ¡No siempre se está igualmente inspirado! De todas formas, gran parte de la culpa la tiene la “rebañeidad”.

(Rebañeidad: Dícese de la característica muy propia del ser humano de sentirse culpable si no sigue las ordenanzas de la mayoría social o rebaño).

El rebaño considera a sus semejantes buenas o malas personas en orden a la adecuación a unas normas sociales. La no adecuación a dichas normas produce inmediatamente los que Georges Brassens denominaba “La Mala Reputación” en la canción homónima.

Una parte principal de esas normas son las relativas a la regulación del horario, cuya máxima inicial es: “A quien madruga, Dios le ayuda”.

Efectivamente, en el rebaño se mide la responsabilidad, la capacidad de trabajo y en general la bondad intrínseca de cualquier miembro por la hora a la que sale de la cama. Dos pecados contravienen, pues, la norma antes citada: levantarse tarde y trasnochar.

Pero si analizamos con detalle esta normativa, veremos lo gratuito de sus juicios. Lo haremos con dos ejemplos.

- El sujeto A se levanta a las siete de la mañana, trabaja de ocho a dos de la tarde, vuelve a trabajar de cuatro a seis, pasa el resto de la tarde en tareas no relacionadas con el trabajo y se acuesta a las diez de la noche. Tenemos, por tanto, ocho horas de trabajo y nueve de sueño.

- El sujeto B, en cambio, se levanta a las diez de la mañana. Trabaja de once a dos. Luego se echa una siesta de tres a cinco de la tarde y trabaja de cinco a ocho. Tras un tiempo de ocio vuelve a trabajar de doce de la noche a cuatro de la madrugada y duerme de cuatro a diez. Suman en total diez horas de trabajo y ocho de sueño.

El resumen es: El sujeto B trabaja más y duerme menos que el sujeto A. De lo que se deduciría en buena lógica que el sujeto A es menos trabajador y más dormilón, ¿no?

Pues no, visto desde la normativa del rebaño, el sujeto A es una persona responsable que, gracias a sus correctos hábitos de sueño, aprovecha debidamente todo el día; mientras que el sujeto B es un vago y un irresponsable que lo hace todo a trompicones y no es digno de la confianza de la sociedad.

¿En qué se basa el rebaño para hacer tales afirmaciones? En conceptos pretecnológicos y atavismos instintivos, de cuando el hombre, como las gallinas se regía exclusivamente por el sol, olvidando que hoy tenemos adelantos como la luz eléctrica.

Y yo cuando mejor escribo es de madrugada. Que, como decía Brassens "Yo no pienso, pues, hacer ningún daño queriendo vivir fuera del rebaño".

Pero no siempre se puede ser un sujeto B impunemente. Y es que, como sigue diciendo la canción: “En el mundo, pues, no hay mayor pecado que el de no seguir al abanderado".

5 comentarios:

Gubia dijo...

Siento predilección por aquellos que no siguen al abanderado, me gusta porque esos son los auténticos, los que merecen la pena...odio los clones de la "normalidad" aunque reconozco que yo a veces caigo en ello.

vitalidad dijo...

Mis horas mejores son de 6 de la mañana a 10. Por la noche no valgo para nada. Me encuentro más fresca a esas horas y es cuando más me gusta escribir. Pero tienes razón en que el rebaño es terrible. En mi caso llevo la contraria madrugando pues a todos mis amigos eso les horroriza y prefiern trasnochar mientras yo me voy a la cama a las diez.

Escritor en el Tejado dijo...

También esa es una opción, amiga Virginia... y tan mal visto está por el rebaño pasarse por exceso como por defecto. Si a los trasnochadores nos dicen vagos, a los muy madrugadores os dicen aburridos y sosos. Ni caso.

Anónimo dijo...

Hombre!...
Por fin vuelves; ya pensaba que te habías caido del tejado o se te había estropeado la rueca.
Y tu sigue los horarios que mejor te vengan, siempre que los puedas compaginar con tus responsabilidades, sin pensar mucho en la rebañeidad; ¿no es tuya la frase: ladran, luego son perros?.
Lo mismo nos vemos hoy. Un abrazo.

Enrique Gallud Jardiel dijo...

Querido amigacho:
Respeto su vagancia, pero no la comparto. Yo me obligo a escribir a diario y el día que tengo paperas, me aguanto y escribo también. ¿Tiene usted sus lectores fieles? Pues no les defraude.