
Uno se siente un poquitín culpable por no haber publicado nada en una semana… ¡Qué se le va a hacer! ¡No siempre se está igualmente inspirado! De todas formas, gran parte de la culpa la tiene la “rebañeidad”.
(Rebañeidad: Dícese de la característica muy propia del ser humano de sentirse culpable si no sigue las ordenanzas de la mayoría social o rebaño).
El rebaño considera a sus semejantes buenas o malas personas en orden a la adecuación a unas normas sociales. La no adecuación a dichas normas produce inmediatamente los que Georges Brassens denominaba “La Mala Reputación” en la canción homónima.
Una parte principal de esas normas son las relativas a la regulación del horario, cuya máxima inicial es: “A quien madruga, Dios le ayuda”.
Efectivamente, en el rebaño se mide la responsabilidad, la capacidad de trabajo y en general la bondad intrínseca de cualquier miembro por la hora a la que sale de la cama. Dos pecados contravienen, pues, la norma antes citada: levantarse tarde y trasnochar.
Pero si analizamos con detalle esta normativa, veremos lo gratuito de sus juicios. Lo haremos con dos ejemplos.
- El sujeto A se levanta a las siete de la mañana, trabaja de ocho a dos de la tarde, vuelve a trabajar de cuatro a seis, pasa el resto de la tarde en tareas no relacionadas con el trabajo y se acuesta a las diez de la noche. Tenemos, por tanto, ocho horas de trabajo y nueve de sueño.
- El sujeto B, en cambio, se levanta a las diez de la mañana. Trabaja de once a dos. Luego se echa una siesta de tres a cinco de la tarde y trabaja de cinco a ocho. Tras un tiempo de ocio vuelve a trabajar de doce de la noche a cuatro de la madrugada y duerme de cuatro a diez. Suman en total diez horas de trabajo y ocho de sueño.
El resumen es: El sujeto B trabaja más y duerme menos que el sujeto A. De lo que se deduciría en buena lógica que el sujeto A es menos trabajador y más dormilón, ¿no?
Pues no, visto desde la normativa del rebaño, el sujeto A es una persona responsable que, gracias a sus correctos hábitos de sueño, aprovecha debidamente todo el día; mientras que el sujeto B es un vago y un irresponsable que lo hace todo a trompicones y no es digno de la confianza de la sociedad.
¿En qué se basa el rebaño para hacer tales afirmaciones? En conceptos pretecnológicos y atavismos instintivos, de cuando el hombre, como las gallinas se regía exclusivamente por el sol, olvidando que hoy tenemos adelantos como la luz eléctrica.
Y yo cuando mejor escribo es de madrugada. Que, como decía Brassens "Yo no pienso, pues, hacer ningún daño queriendo vivir fuera del rebaño".
Pero no siempre se puede ser un sujeto B impunemente. Y es que, como sigue diciendo la canción: “En el mundo, pues, no hay mayor pecado que el de no seguir al abanderado".
Una parte principal de esas normas son las relativas a la regulación del horario, cuya máxima inicial es: “A quien madruga, Dios le ayuda”.
Efectivamente, en el rebaño se mide la responsabilidad, la capacidad de trabajo y en general la bondad intrínseca de cualquier miembro por la hora a la que sale de la cama. Dos pecados contravienen, pues, la norma antes citada: levantarse tarde y trasnochar.
Pero si analizamos con detalle esta normativa, veremos lo gratuito de sus juicios. Lo haremos con dos ejemplos.
- El sujeto A se levanta a las siete de la mañana, trabaja de ocho a dos de la tarde, vuelve a trabajar de cuatro a seis, pasa el resto de la tarde en tareas no relacionadas con el trabajo y se acuesta a las diez de la noche. Tenemos, por tanto, ocho horas de trabajo y nueve de sueño.
- El sujeto B, en cambio, se levanta a las diez de la mañana. Trabaja de once a dos. Luego se echa una siesta de tres a cinco de la tarde y trabaja de cinco a ocho. Tras un tiempo de ocio vuelve a trabajar de doce de la noche a cuatro de la madrugada y duerme de cuatro a diez. Suman en total diez horas de trabajo y ocho de sueño.
El resumen es: El sujeto B trabaja más y duerme menos que el sujeto A. De lo que se deduciría en buena lógica que el sujeto A es menos trabajador y más dormilón, ¿no?
Pues no, visto desde la normativa del rebaño, el sujeto A es una persona responsable que, gracias a sus correctos hábitos de sueño, aprovecha debidamente todo el día; mientras que el sujeto B es un vago y un irresponsable que lo hace todo a trompicones y no es digno de la confianza de la sociedad.
¿En qué se basa el rebaño para hacer tales afirmaciones? En conceptos pretecnológicos y atavismos instintivos, de cuando el hombre, como las gallinas se regía exclusivamente por el sol, olvidando que hoy tenemos adelantos como la luz eléctrica.
Y yo cuando mejor escribo es de madrugada. Que, como decía Brassens "Yo no pienso, pues, hacer ningún daño queriendo vivir fuera del rebaño".
Pero no siempre se puede ser un sujeto B impunemente. Y es que, como sigue diciendo la canción: “En el mundo, pues, no hay mayor pecado que el de no seguir al abanderado".
5 comentarios:
Siento predilección por aquellos que no siguen al abanderado, me gusta porque esos son los auténticos, los que merecen la pena...odio los clones de la "normalidad" aunque reconozco que yo a veces caigo en ello.
Mis horas mejores son de 6 de la mañana a 10. Por la noche no valgo para nada. Me encuentro más fresca a esas horas y es cuando más me gusta escribir. Pero tienes razón en que el rebaño es terrible. En mi caso llevo la contraria madrugando pues a todos mis amigos eso les horroriza y prefiern trasnochar mientras yo me voy a la cama a las diez.
También esa es una opción, amiga Virginia... y tan mal visto está por el rebaño pasarse por exceso como por defecto. Si a los trasnochadores nos dicen vagos, a los muy madrugadores os dicen aburridos y sosos. Ni caso.
Hombre!...
Por fin vuelves; ya pensaba que te habías caido del tejado o se te había estropeado la rueca.
Y tu sigue los horarios que mejor te vengan, siempre que los puedas compaginar con tus responsabilidades, sin pensar mucho en la rebañeidad; ¿no es tuya la frase: ladran, luego son perros?.
Lo mismo nos vemos hoy. Un abrazo.
Querido amigacho:
Respeto su vagancia, pero no la comparto. Yo me obligo a escribir a diario y el día que tengo paperas, me aguanto y escribo también. ¿Tiene usted sus lectores fieles? Pues no les defraude.
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