2 de julio de 2007

Las esencias son inmutables

Parecido, pero amarillo
... ya lo decía Aristóteles. Y para muestra un botón:

Sales de la aldea a las dos y media de la tarde sorteando con el coche a duras penas una segadora, dos tractores y una caterva de mozos que han bloqueado literalmente la salida del pueblo con un "macrobotellín" dominguero con la excusa del bautizo del retoño de uno de ellos.

Llegas a las cinco a Valencia, donde asistes plácidamente a una ceremonia litúrgica digna del Vaticano, charlas con un par de doctores en teología, cenas en uno de los centros comerciales más pijos de la capital levantina.

Y cuando vuelves a la aldea a las dos y media de la madrugada, lo primero que te encuentras al girar una curva sin visibilidad es un remolque amarillo calzado con cuatro ladrillos, plantado en el centro geométrico exacto de la calzada, con el triángulo de emergencia a dos metros escasos del culo, y por supuesto, ni un alma a la vista que dé razón del invento.

Faltaba el cartel: "P'a que no se t'olvide de cómo semos".

Ya decía yo que doce horas era poco tiempo para evolucionar a ningún estadio de vida inteligente.