13 de septiembre de 2006

Chapuzas a domicilio

Los reyes de la chapuza
Yo estudié enfrente de un colegio de curas (el presupuesto familiar no alcanzaba para más). Esta situación propiciaba por parte de los clericales pupilos ciertas bromas de mal gusto relacionadas conmigo y con el término“acera de enfrente”. De pupilos de aquellos dejé un par de cementerios llenos, y las bromas se acabaron cuando le robé las novias simultáneamente al capitán del equipo de fútbol, el solista del coro y el sacristán del colegio. Pero eso es otra historia.

El caso es que en cierta ocasión, uno de los curas, observando que un servidor pasaba las horas muertas tumbado al sol sobre el tejado del colegio (como ven la cosa viene de antiguo) me preguntó qué hacía allí.

“Descansar”, le contesté sin comprender cómo se podía preguntar algo tan evidente. El religioso curioso siguió con sus requerimientos:

- Y... ¿de qué descansas?.

- Yo es que nací cansado, mire usted.

- Pues has de saber que la mejor manera de descansar no es dejar de trabajar, sino cambiar de actividad.

- Eso implicaría, padre, el estar realizando alguna tarea antes de descansar, lo que no es mi caso.

- Entonces trabaja en algo.

- ¿Para qué? Según su argumento el trabajo sólo sirve para descansar de otro trabajo previo, y dado que yo no estoy realizando ninguno no veo motivo alguno por el que haya de comenzar ahora a hacer otra cosa distinta de lo que estoy haciendo.

Viendo el cura que a base de sofismas yo iba a acabar derrotándole en el campo de la filosofía, optó (algo mosqueado) por pasar al terreno de la moral.

- ¿Tú no sabes que la pereza es la madre de todos los vicios, niño?

- Por eso descanso, yo a las madres les tengo un gran respeto.

El pobre clérigo se alejó murmurando entre dientes algo sobre la falta de respeto de la juventud. La cuestión es que a mí aquella curiosa paradoja sobre el cambio de trabajo como forma de descanso se me quedó rondando un rato en la cabeza, hasta que una mosca que pasaba por allí reclamó mi atención.

Aquellos tiempos infantiles de descanso infinito pasaron (¡ay!). Como recordarán los que hayan leído mi anterior artículo, en la actualidad mantengo una feroz pugna con un número astronómico de ALPA (Asuntos Laborales Pendientes Acumulados). Es el caso que ayer, mientras terminaba las tareas del día, recordé por primera vez en muchos años al cura aquel tan interesado en mi laboriosidad y pensé: “Ya que con la cantidad de cosas que tengo que hacer no es cuestión de tomarme un día de descanso clásico, ¿por qué no pruebo aquella curiosa teoría?”.

Dicho y hecho: Desde hace meses tengo en casa un par de apliques que quería colocar en el pasillo, una estantería para el cuarto de baño, unas barras de cortina para la escalera, unos cuadros esperando ser colgados y los altavoces del home cinema colocados de cualquier forma junto al televisor. Así que, para descansar del trabajo de despacho que me ha ocupado en la última semana, me decidí a emprender hoy una prometedora carrera como experto en bricolaje.

Sólo puedo decirles que el cura aquel me mintió vilmente. Y que después de cenar aún tendré que ponerme a colocar las dichosas cortinas, sin contar con la recogida de herramientas que desde las ocho de la mañana he ido regando por la casa.

Está claro que la próxima vez descansaré como lo he hecho toda la vida. Que por otra parte es la única manera posible.

6 comentarios:

Dulcinea dijo...

jajajaja. Imagino la cara del clérigo.
Buena reflexión.

Little Snail dijo...

Cuánto se aprende! Has visto? quién le iba a decir a ese clérigo que te fueras a acordar de él tantos años después.

Por eso estando en clase, cuando me desespero o estoy a punto, intento pensar que quizás (solo quizás) de aqui unos años algún energumeno de estos que crecen se acuerde de algo que le pueda haber enseñado yo.

Uf..solamente por eso creo que vale la pena enseñar.

Anónimo dijo...

Ciertamente, debiste ser el pionero de "los que nacen cansados" porque en la actualidad el noventa por cien (quizás me quede corto ) de los tiernos infantes que pueblan las aulas también han nacido así. Salvo las clases que ahora se llaman de E.F. y el recreo, siempre están cansados.

En fin, si alguno el día de mañana se parece a tí y se encumbra hasta un tejado, dejémosle que se de una infancia regalada. A lo mejor me tengo que enfadar menos en clase por lo vagos que son...

Douce dijo...

Ya me hubiera gustado a mí haber ido al colegio ese tuyo, o sea el que para mí era la 'otra acera de enfrente'. No sé si me explico.

A mí me enseñaron todo eso de la 'madre' y lo de los 'vicios', y no acabo de sacudírmelos de encima.

Me robaron hasta la capacidad de 'sofismear' ,todo junto, y no pude subirme a ningún tejado. Ahora que quiero subirme ahí arriba, o sea al tejado, me cuesta más, entre otras cosa porque ya no tengo piernas de niño, y además los tejados son cada vez más altos.

Seguro que es por culpa de los curas: a ese tipo de gente, no conviene darles pistas, Escritor:-)

Gubia dijo...

Ya decía mi abuela que de todo en esta vida se aprende algo y tú nos lo acabas de demostrar.
La clase de bricomanía te ha dejado cansado eh?, pues nada, a desperezarse un rato en el tejado.
¡Que descanses!

Anónimo dijo...

¡¡Ay!! ¡Que curas estos!,jej

(Mi comentario a este artículo no puede ser mayor debido al elevado numero de ALPAS que pueblan mi despacho. Mil perdones)

Un abrazo