
O DE LO QUE LE ACONTECIÓ AL CAMINANTE POR FIARSE DE CONSEJOS AJENOS
Acabo de llegar a casa después de hacerme la ruta del colesterol; es decir, de recorrerme los dos kilómetros y medio de la "circunvalación" del pueblo.
El nombre de "ruta del colesterol" le viene a dicho camino por ser el trayecto que recorren a diario por prescripción médica la mayoría de mis lozanas feligresas.
Y lo de "circunvalación" lo he puesto entre comillas porque en realidad es un camino agrícola que rodea el pueblo y que, merced a una capa de asfalto -y ya está- sirve para que los camiones que pasan por aquí no tengan que atravesar el "centro urbano", evitando así el más que probable peligro de quedarse atascados en una de sus amplias "avenidas". Como veis, demasiadas comillas hay en la Aldea del Arce.
Normalmente no me gusta dar mis paseos por ahí, por aquello del buey suelto y de que más vale sólo que acompañado a la fuerza, ya se sabe. Prefiero más bien dejar el coche a la vera de algún camino y perderme por entre los cerros, donde no tengo que quitarme los auriculares del MP3 cada 2X3 para saludar o intercambiar comentarios sobre el tiempo. Pero precisamente por culpa del tiempo, pues esta mañana ha llovido y los caminos están hechos un barrizal, hoy he tenido que sumarme al rebaño, ciertamente bastante mermado por la humedad.
Y precisamente de lo que quería hablar es de esos comentarios sobre el tiempo. Al salir de la Aldea esta tarde me encuentro a dos hermanas cavando su huerta:
- ¿Qué, señor cura, de paseo?
- Sí, a ver si puedo volver antes de que se líe a llover.
- No, si esta tarde ya no llueve.
- Ah, vale.
Continúo andando y mientras me recoloco los auriculares dirijo una mirada escéptica a los negros cúmulos de nubes que vienen del norte.
"Bueno -pienso- si ellas, que son de campo, lo dicen, será verdad, pero yo juraría que se pone a llover en diez minutos".
Que es exactamente lo que ha ocurrido. Para que te fíes de la sabiduría popular.
El nombre de "ruta del colesterol" le viene a dicho camino por ser el trayecto que recorren a diario por prescripción médica la mayoría de mis lozanas feligresas.
Y lo de "circunvalación" lo he puesto entre comillas porque en realidad es un camino agrícola que rodea el pueblo y que, merced a una capa de asfalto -y ya está- sirve para que los camiones que pasan por aquí no tengan que atravesar el "centro urbano", evitando así el más que probable peligro de quedarse atascados en una de sus amplias "avenidas". Como veis, demasiadas comillas hay en la Aldea del Arce.
Normalmente no me gusta dar mis paseos por ahí, por aquello del buey suelto y de que más vale sólo que acompañado a la fuerza, ya se sabe. Prefiero más bien dejar el coche a la vera de algún camino y perderme por entre los cerros, donde no tengo que quitarme los auriculares del MP3 cada 2X3 para saludar o intercambiar comentarios sobre el tiempo. Pero precisamente por culpa del tiempo, pues esta mañana ha llovido y los caminos están hechos un barrizal, hoy he tenido que sumarme al rebaño, ciertamente bastante mermado por la humedad.
Y precisamente de lo que quería hablar es de esos comentarios sobre el tiempo. Al salir de la Aldea esta tarde me encuentro a dos hermanas cavando su huerta:
- ¿Qué, señor cura, de paseo?
- Sí, a ver si puedo volver antes de que se líe a llover.
- No, si esta tarde ya no llueve.
- Ah, vale.
Continúo andando y mientras me recoloco los auriculares dirijo una mirada escéptica a los negros cúmulos de nubes que vienen del norte.
"Bueno -pienso- si ellas, que son de campo, lo dicen, será verdad, pero yo juraría que se pone a llover en diez minutos".
Que es exactamente lo que ha ocurrido. Para que te fíes de la sabiduría popular.
Ilustración: Giorgione, "La Tempestad"