Esta mañana al despertar he notado que por la ventana entraba un extraño resplandor blanco.
"O ha nevado o hay un ovni ahí fuera", he pensado.
Al final era nieve. Lo siento porque pensaba forrarme mandando las fotos de los extraterrestres a Cuarto Milenio. Otra vez será.
A pesar de mi inicial decepción, hay que decir que me gusta la nieve. Mucho. Después de comprobar que nos habíamos quedado incomunicados por carretera y, de paso, que hoy no tendría que trabajar, he disfrutado como un crío paseando por el pueblo, bajo la mirada reprobadora de las vecinas parapetadas detrás de las ventanas (hoy no han salido ni a comprar el pan).
De paso he hecho un descubrimiento sociológico: la nieve aumenta el sentimiento fraternal y la tendencia gregaria del ser humano.
¿Que cómo he llegado a esa conclusión? Fácil: ¿dónde creen que hemos acabado pasando la mañana todos los desoficiados? En el bar. A las once de la mañana estábamos allí, en nutrida concurrencia, el médico, la boticaria, un concejal, el cura, una cuadrilla de albañiles, dos transportistas, un par de madres con sus hijos y varios agricultores. Ya me dirán cuándo se ha visto eso.
Espero que para mañana caiga por lo menos otro palmo de nieve.
Por cierto, empiezo a sospechar de una conspiración cósmica: la foto con la que ilustro este post la tomé el 26 de enero de 2005... hace precisa y exactamente dos años. A lo mejor va a resultar que sí puedo forrarme en Cuarto Milenio.
"O ha nevado o hay un ovni ahí fuera", he pensado.
Al final era nieve. Lo siento porque pensaba forrarme mandando las fotos de los extraterrestres a Cuarto Milenio. Otra vez será.
A pesar de mi inicial decepción, hay que decir que me gusta la nieve. Mucho. Después de comprobar que nos habíamos quedado incomunicados por carretera y, de paso, que hoy no tendría que trabajar, he disfrutado como un crío paseando por el pueblo, bajo la mirada reprobadora de las vecinas parapetadas detrás de las ventanas (hoy no han salido ni a comprar el pan).
De paso he hecho un descubrimiento sociológico: la nieve aumenta el sentimiento fraternal y la tendencia gregaria del ser humano.
¿Que cómo he llegado a esa conclusión? Fácil: ¿dónde creen que hemos acabado pasando la mañana todos los desoficiados? En el bar. A las once de la mañana estábamos allí, en nutrida concurrencia, el médico, la boticaria, un concejal, el cura, una cuadrilla de albañiles, dos transportistas, un par de madres con sus hijos y varios agricultores. Ya me dirán cuándo se ha visto eso.
Espero que para mañana caiga por lo menos otro palmo de nieve.
Por cierto, empiezo a sospechar de una conspiración cósmica: la foto con la que ilustro este post la tomé el 26 de enero de 2005... hace precisa y exactamente dos años. A lo mejor va a resultar que sí puedo forrarme en Cuarto Milenio.